jueves, 27 de febrero de 2014

Vida antes de la muerte.

Puede que la vida nos sorprenda un día y decida mostrarnos lo que permanece oculto, pero hasta entonces debemos construir nosotros aquello que deseamos tener.
¿Sabes? de un segundo a otro pasas de ser a dejar de ser, a no existir y no habrá vuelta atrás. Tendrás un último soplo de aire hayas sido o no feliz, hayas tenido o no lo que has merecido. ¿vida después de la muerte? No lo sé, nadie lo sabe, pero de lo que estoy segura es de que hay vida antes de la muerte y la mayoría de personas no vive una vida real.
¿cuántos de vosotros tenéis aquello que queréis en vuestra vida? ¿Cuántos lucháis por algo hasta no poder más? Yo creo que nadie. Que muchas veces nos conformamos con lo que nos viene y no aspiramos a nada más porque creemos que no lo merecemos, pero te mereces todo lo que quieras, todo lo que desees.
La infelicidad no es sinónimo del fin del mundo, la infelicidad es la carencia de felicidad, y la felicidad es un estado de ánimo.  Por tanto, la infelicidad no es nada decisivo. Todo pasa, el dolor, la alegría, las cosas buenas y las malas. Pero tienes que querer ser feliz para que la felicidad acuda a ti. ¿De verdad quieres ser feliz? ¿De verdad lo has sido alguna vez? ¿O quizá solo has estado ilusionada? Puedes tener una mala racha, que te parezca eterna, pero en el camino vas a tener que tomar decisiones, y cuando decidas bien, quizá, la felicidad se atreva a aparecer por tu vida.

viernes, 21 de febrero de 2014

El peso de los secretos

Eres alguien de confianza, te cuentan las cosas y sabes que vas a tener que vivir con eso toda la vida, vas a tener que escuchar los problemas de la gente y aunque tú estés mal, vas a tener que ayudarles porque confían en ti. Confían en que vas a ayudarles a buscar la salida y poco a poco vas a hacer que vuelvan a ser felices.
Lo que nadie se para a pensar es como pesan los secretos que llevas a la espalda, no saben lo que cuesta cargar con tus cosas y sus cosas.
A la vez estás contenta de que pongan en ti ese grado de confianza que ni siquiera tú tenías y sonríes, sonríes porque puedes hacer que alguien sonría y porque no importa lo que a ti te cueste mientras hagas que una persona vuelva a vivir.
Dicen que en la vida hay dos tipos de personas, los que lloran y los que venden pañuelos, pero se equivocan. ¿Los que regalan pañuelos no son personas? porque yo creo que sí, y de hecho creo que todo el mundo debería regalar su propio pañuelo y así recibir el de otra persona, yo creo, y pondría la mano en el fuego por ello, que el mundo sería un poco mejor si ayudásemos sin pedir nada a cambio, simplemente por generosidad, simplemente por quien se merece ser rescatado.

La verdad de una mirada

El viento atizaba las ventanas al mismo tiempo que la música sonaba, la luna brillaba tanto que parecía que era de día y mis pensamientos, como siempre, empezaban a funcionar.
Ella parecía una chica fuerte, parecía que no tenía problemas, que nada podía hacer que perdiera las ganas de seguir. La gente decía que era de piedra, que nada perturbaba su corazón,pero, ¿y su mirada? ¿que decía su  mirada?
Tenía los ojos cansados, parecían guerreros hartos de la guerra.
Ella en el fondo era una chica tímida que no sabía en quién confiar, no sabía a quién contarle que no podía más porque ya le habían traicionado antes.
Yo la conocía desde hace mucho tiempo y recuerdo que antes su mirada desprendía alegría, no necesitaba fingir porque era feliz de verdad.
Pero ahora, no le queda nada de eso, por mucho que intente aparentar que todo va como ella quiere que vaya, siente que se muere, siente que es invisible y que nadie se da cuenta de que necesita ayuda.
Así que deberíamos dejar de mirar las palabras y empezar a escuchar las miradas.

Las llamas de Troya en mi cuerpo.

Era una noche como otra cualquiera, las horas pasaban y yo no podía dormir. Contaba una y otra vez las baldosas del suelo. 58, ¿Por qué 58 y no 60? ¿Dónde estaban esas dos baldosas que sobraban? ¿Dónde estaban los trozos que a mí me faltaban?
Supongo que no están, que no es un sitio ni un lugar, que simplemente cuando algo se rompe, se desvanece en el tiempo, o quizá, en el recuerdo.
 ¿Por qué nos rompemos como si de piezas de coche nos tratáramos?
Un fuego abstracto recorría cada parte de mi cuerpo cuando pensaba en ti, ¿sabes? no podía pasar un segundo más sin ti, necesitaba tus besos, necesitaba tus abrazos, joder. Te necesitaba.
Necesitaba que me dijeras que todo saldría bien, que nada iba a poder con nosotros, que el destino había querido que nos chocáramos un día, pero que tú no ibas a dejar que se acabase nunca, que ibas a permanecer junto a mí.
Pero no estabas y las llamas se apoderaban de mí, como si fuera Troya ardiendo, como si fuera algo que dejó de ser.